Invisibles. Y chivatos.
Los píxeles espía o píxeles de seguimiento son pequeñas imágenes (frecuentemente con formato GIF o PNG y dimensiones de 1×1 px) que se insertan en el cuerpo de los emails HTML que recibimos de tal forma que son imposibles de reconocer a simple vista. Dado que dichas imágenes se encuentran alojadas en servidores web, cada vez que visualizamos un email con píxel espía (sí, sólo visualizar, no hace falta que hagamos clic en nada), nuestro equipo lleva a cabo un acceso HTTP para acceder al mismo.
Y estos accesos son los que permiten que el propietario del servidor pueda saber:
- Si un email se ha abierto o no, en qué horarios se abre y cuántas veces lo ha hecho en total.
- Desde qué dispositivo(s) y mediante qué clientes de e-mail se abre.
- La ubicación física aproximada del destinatario en el momento del acceso (a partir de la dirección IP).
Esta clase de datos pueden servir para arrojar estadísticas sobre el éxito de una campaña comercial masiva de emails, por ejemplo… pero también permite rastrear la actividad de mensajes y/o usuarios individuales, pues podemos crear un píxel espía diferente para cada uno de ellos.
Por supuesto, este potencial seguimiento ultrapersonalizado casa mal con las promesas de anonimización a posteriori enarboladas por muchas compañías de Internet. El propio Hansson pone el ejemplo de comerciales y consultores que utilizan esta clase de seguimiento para mandar correos como el siguiente:
«Vi que abriste mi correo electrónico ayer, pero aún no has respondido. ¿Puedo llamarte?».
Fuente: Genbeta